Cada año se realizan miles de congresos médicos en todo el mundo, algunos ya tradicionales e incluso esperados, y algunos de nueva creación, con todo el desgaste que ello implica, tanto en la organización como en la logística requerida.

Los congresos médicos tienen varios objetivos: el principal es la posibilidad de escuchar, de quienes tienen experiencia, nuevas modalidades diagnósticas y terapéuticas. Otro propósito, de alguna manera abandonado, escuchar de viva voz a quienes han aportado los avances, como es el caso de los galardonados con el Premio Nobel de Medicina, a los autores más destacados de los artículos que todos han leído, a los líderes de la investigación clínica de nuestro país y del extranjero.

Hoy día se cuestiona si los congresos médicos son realmente opciones para la actualización médica continuada. Nadie puede asegurar que con el simple hecho de escuchar con atención a un experto pueda ponerse en práctica “lo aprendido” al retornar a las actividades clínicas cotidianas. También se pone en tela de duda si la asistencia a los cursos pre y transcongreso es suficiente como para considerar que se ha cumplido en la actualización. En teoría, estos cursos no debieran diferir de los que son obligatorios en las escuelas de Medicina, en donde no otorgan una constancia de reconocimiento por el simple hecho de haber asistido a todas las clases, sino hasta el momento en que se es evaluado para demostrar lo aprendido.

Es una realidad que los congresos médicos son un foro para que los residentes de la especialidad y sus tutores expongan sus experiencias, muestren lo que han encontrado, aprendido y cómo lo resolvieron. Esta tarea se efectúa en las sesiones de trabajos libres, en la exposición de carteles o videos. Pero lo importante no debiera ser simplemente exponer o mostrar una experiencia, sino someterla a la discusión de los pares para validarla, enmendarla o, incluso, para reconocer que el caso debió resolverse de manera diferente. Ante la gran cantidad de trabajos que se presentan la tarea de la discusión se ha tornado imposible.

También es innegable que los congresos médicos son la oportunidad para reencontrarse con los compañeros de escuela que se han ido a ejercer a los diferentes estados de la República y con los maestros. Esta es una realidad y motivo para acudir, año con año, al congreso de la especialidad. 

Creo que es momento de repensar si el éxito de un congreso médico estriba en la máxima cantidad de asistentes, de presentación de trabajos, de conferencias magistrales, de actividades festivas y de la bellaza del lugar donde se celebra. O, bien, si lo que importa es encontrar mejores opciones para la verdadera actualización médica continuada. No podemos ser ajenos al avance de la comunicación y la tecnología que ya han demostrado su fortaleza como herramientas para el propósito del aprendizaje, la discusión e incluso la aplicación del conocimiento. Hacia dónde iremos y llegaremos, no lo sabemos, pero de lo que sí estamos seguros es que la opción de actualización a través de congresos está cambiando.

Claudio Serviere Zaragoza