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ISNN - 0300-9041
ISSNe - 2594-2034


Indizada en: PubMed, SciELO, Índice Médico Latinoamericano, LILACS, Medline
EDITADA POR LA Federación Mexicana de Colegios de Obstetricia, y Ginecología A.C.
FUNDADA POR LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE GINECOLOGÍA Y OBSTETRICIA EN 1945

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Concepto e integración del laboratorio ginecológico especializado; su utilidad y progresos recientes en este campo

Periodicidad: mensual
Editor: José Niz Ramos
Coeditor: Juan Carlos Barros Delgadillo
Abreviatura: Ginecol Obstet Mex
ISSN: 0300-9041
ISSNe: 2594-2034
Indizada en: PubMed, SciELO, Índice Médico Latinoamericano, LILACS, Medline.

Concepto e integración del laboratorio ginecológico especializado; su utilidad y progresos recientes en este campo*

Ginecol Obstet Mex | 1 de Abril de 2011

Ginecol Obstet Mex 2011;79(4):239-256


Por el Dr. JP Arzac
Jefe del Laboratorio de Endocrinología e Investigación Médica del Hospital Español.
México, DF.

* Reproducido de Ginecología y Obstetricia de México 1956;11:39-42.

Para tratar de complacer al Dr. Carlos D. Guerrero, infatigable editor de nuestro órgano oficial, quien me ha hecho la distinción de encomendarme el breve desarrollo del tema que encabeza estas líneas, voy a expresarme desde un punto de vista subjetivo y más con un matiz de charla que de definición formal.

La discusión filosófica de si puede existir y cuánto es lo que comprende, como concepto puro o abstracto, el “Laboratorio Especializado de Ginecología”, nos llevaría demasiado lejos y, casi seguramente, a enredarnos (por lo menos a que yo me enredara) en tan intrincado asunto.

Digamos sólo que si la Ciencia es una, se hace evidente que sólo la limitación humana es la responsable de “creaciones” (más bien amputaciones) del conocimiento con fines prácticos, como son todas las especialidades, y por lo tanto, a menos que ennoblezcamos el pragmatismo con un rango de verdadera filosofía, resulta que el discutir sobre la ontología de cualquier especialidad está fuera de lugar.

Me concretaré pues a relatar a grandes rasgos la experiencia vivida por mí en este sentido, aclarando de paso que no pretendo dogmatizar. 

Vistas así las cosas, el “Laboratorio Especializado de Ginecología” se nos presenta simplemente como un hecho; un hecho empírico acaecido en México hace trece o catorce años.

Ignoro si en otros países existe o ha llegado a existir; aquí se originó de las necesidades e inquietudes (por cierto de estilo muy diferente) de varios hombres. Hasta donde yo sé y recuerdo, así fueron las cosas.

Por un lado había un joven ginecólogo, compañero de estudios y amigo mío, quien en el Hospital General, y en lo privado, se preocupaba profundamente de los aspectos endocrinos de la ginecología, y que preveía toda la importancia médica, social y profesional involucrada en la esterilidad conyugal.

Este hombre era y es Álvarez Bravo, quien sentía la necesidad de disponer de ciertos estudios y métodos esenciales de exploración y diagnóstico que, en los libros y revistas, particularmente norteamericanas, se mencionaban como factibles y, en muchos casos, hasta como rutinarios, pero no practicables normalmente y al servicio de la clínica en nuestro país.

Por otra parte, e independientemente, otro hombre, con extraordinaria madera de mecenas y con un inmenso amor a la ginecología, añoraba también el disponer de datos con más sabor funcional que lo que por entonces era habitual obtener.

Este hombre fue el Dr. Alejandro Otero (q.e.p.d.) quien en el Hospital Español se hallaba, por si sus antecedentes y características de personalidad no bastaran, bajo el influjo organizador y la inquietud de Carlos Guerrero por la Cirugía Conservadora y, también, por los problemas de la esterilidad conyugal.

Y finalmente había otro (y ese era yo) que había saboreado, en la enseñanza, de las Ciencias Biológicas; en el Laboratorio de Fisiología y gracias a la incomparable configuración intelectual del Maestro J. J. Izquierdo, el gran apóstol de esta disciplina en México; de Guevara Rojas, mi iniciador en la misma, y por otros caminos que no es del caso recordar, había catado, digo, la atracción indescriptible de la investigación científica y el irreemplazable valor de la experimentación biológica.

Buscaba yo cómo entregarme sin sucumbir de hambre y sin arrastrar la dignidad elemental de cualquier hombre a esa vocación en un medio pavorosamente difícil, cuando casi  simultáneamente descubrimos, primero Álvarez Bravo y yo, que la estructuración de un laboratorio mixto, en el que las pruebas de aplicación clínica podrían “justificar” y subvenir a las exigencias materiales de la investigación básica. Nos brindaba la oportunidad de satisfacer nuestras diferentes inquietudes y necesidades.

Así nació mi laboratorio particular y, después, cuando Otero y Guerrero, con la aprobación de Aguilar Alvarez me hicieron el honor de llevarme al Hospital Español, el primitivo “Laboratorio de Ginecología Endocrina” de dicho hospital, que es el nombre con que lo bauticé en 1943.

El concepto, por lo tanto, que le dio origen, fue que el fruto de la aplicación práctica, que siempre tarde o temprano tiene la investigación científica desinteresada, había de sostener sus necesidades y las de quien la hacía. 

Para ciertos oídos, lo de la investigación básica era y sigue siendo música celestial: lo que contaba y hasta se apreciaba como mérito elogiable era el aspecto utilitario de la cuestión: la aplicabilidad clínica del mismo.

Se realizaron así (aunque en algún solemne informe que anda por allí se diga otra cosa), como asunto de servicio clínico ordinario, las primeras dosificaciones de Hormona Folículo-Estimulante, Estrógenos, 17-Cetosteroides y Pregnandiol, de que podía disponer en México todo clínico.

La biopsia de endometrio, que en su aspecto de patología lesional era bien conocida de nuestros distinguidos histopatólogos, adquirió en el trabajo realizado con MT Rabiela, ese cariz más histofisiológico que tenía en el extranjero y que reclama la ginecología funcional.

Para leer la información completa, por favor descargue el archivo PDF.


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