El equilibrio estable de los órganos intrabdominales obedece al concurso de factores anatómicos y fisiológicos que aseguran la situación y posición que les corresponde dentro de la cavidad, al mismo tiempo que les permite, sin perderla, seguir el desplazamiento más o menos limitado, necesario a sus funciones fisiológicas y a las de los contiguos; soportar la gravitación en reposo y en todos los cambios de posición realizables por el cuerpo humano desde ambulación hasta los ejercicios más violentos; a los cambios de presión, desde los consecutivos a la disminución fisiológica alternante de la capacidad del abdomen en los movimientos respiratorios en reposo y durante la actividad obligada de la vida, hasta los consecutivos a los esfuerzos de gran magnitud y a la acción de los agentes externos que, según su grado, podrán adquirir las propiedades del traumatismo, desde el más frecuente e inconsciente que son las percusiones por sacudimiento de la gran variedad de vehículos en uso en estos tiempos, hasta los mayores, por presión y compresión combinadas en el desempeño de los deportes o empresas que acomete el hombre de nuestra época.
Consideramos al continente como una cavidad formada por una pared posterior sólida y rígida, osteomuscular, y otra anterolateral blanda, musculoaponeurótica, un límite inferior o fondo sostenido por una armazón huesosa y un extremo superior, delgado, blando, que es el músculo móvil de la cúpula diafragmática.
Y al contenido o sean las vísceras alojadas en él que se disponen según el orden anatómico establecido; y esta disposición queda asegurada por un sistema de apoyo y sostén a expensas de la hoja peritoneal que es continua; a unas, las cubre y apoya contra una superficie resistente y las aísla de la cavidad peritoneal propiamente dicha y a las otras, después de envolverlas, les forma un repliegue de distinta longitud que les permite ingresar a la cavidad mientras la base se inserta en la pared sólida y rígida posterior.
