El surgimiento de los gremios profesionales en las nuevas concentraciones de población, llarna­das burgos o ciudad, son uno de los distintivos del cambio del sistema feudal al nacimiento de la burguesía y el capitalismo. Estos gremios con carácter de organización defensiva y a la vez distintiva, elitista y discriminatoria, aún con tintes eclesiales pero fuertemente urbanos, señalan una de las transiciones del conocimiento del ámbito religioso, eclesial al seglar-burgués.

El cambio de valores, conducta y visión de la vida, la emancipación del hombre como individuo para enfrentar el poder feudal y religioso, permite el nacimiento del Humanismo, de las universidades y posteriormente el de la reforma religiosa, la aparición del poder municipal-burgués, en esencia el poder civil y da paso de lleno a la revolución científica.

Los gremios eran agrupaciones de trabajadores técnicos con un carácter educativo y de autorización para el ejercicio del oficio, el trabajo no era libre en la baja Edad Media.

La tendencia gremial incorporaba a los médicos y a los cirujanos.

Es con la revolución científica y los avances en el conocimiento, la técnica y la aparición consciente de la tecnología, que se avanza para la acción de grupos de análisis, discu­sión, intercambio, aplicación y difusión del mismo conocimiento, estas son las Academias, que se inician a fines del siglo XVI y florecen en pleno siglo XVII.

La revolución Copernicana, la obra del profeta de la ciencia Francis Bacon, el racionalismo de René Descartes, las ideas casi diabólicas y por tanto heréticas de Giordano Bruno con su concepción del movimien­to, la existencia de otros mundos y las realidades del nuestro, tan sólo como uno más, así como los logros de otro seguidor de Nicolás de Cusa, Jan Baptiste Van Helmont, este sí, ligado directamente a la Medicina con su Ortus Medicinae, pero sobre todo la creación, primero de Galileo Galilei y después de Isaac Newton, enmarcan junto con Vesalio, Harvey y Malpighi la fundación de las Aca­demias, en donde ya casi de manera libre, hombres apasionados, estudiosos e inquietos exploradores, con un pensamiento revolucionario, comunican sus descubrimientos, cuestionan a sus pares y van haciendo ciencia, paulatina pero confiada y seguramente, avanzando en el camino de la búsqueda de la verdad.

Aparece la Academia dei Segreti en 1580, después la de los Linces (1603) ya en el siglo XVII, la Academie Francais de Richelieu (1635), seguida por la Academie des Sciences de Colbert en pleno reinado de Luis XIV (1665), había surgido el Cimento Florentino (1657) y le siguen la Royal Society de Londres en 1662 en plena restauración, paradójica circunstancia de un pensamiento revolucionario surgido al regreso de Carlos II con una monarquía conservadora por princi­pio, pero cuyo pensamiento central no se había dado al acontecer la abolición de la propia monarquía durante el protectorado de los Cromwell.

Todas ellas constituyen muestras del avance de la ciencia, auda­cia en el pensamiento y nuevas conductas aparecidas en la sociedad en transformación, con repercusión innegable en la vida, la seglar y la religiosa de su siglo, el Siglo Insurgente.

En este marco de franco predominio de la Filosofía de la Natura­leza, que evidencia la emancipación del pensamiento humano, la irrupción del Humanismo, requiere de la apropiación mecanicista para la nueva visión humana y del afán por descubrir más, son los elementos que sustentan este momento. Caen dogmas y supersticiones, la ciencia muestra su carácter internacional y las nuevas verdades modifican el quehacer cotidiano.

Para leer la información completa, por favor descargue el archivo PDF.