Uno de los grandes misterios de la naturaleza humana es la demanda ancestral de confiar en una fuerza sobrenatural que venga en nuestro auxilio, que vigile nuestra conducta, que sea capaz de premiarnos por nuestro buen comportamiento, o castigarnos por nuestras faltas y que al final de nuestra vida nos premie con la felicidad eterna si es que nos hemos hecho acreedores a ello.

Todas las culturas tienen su teogonía. Algunas ya no son vigentes y casi han pasado al olvido, como ha ocurrido con los sumerios, los egipcios, los griegos, sólo por mencionar algunas.

Nuestra cultura náhuatl es valiosísima en estos aspectos sobrenaturales. La creación del mundo, la existencia de distintos soles que fueron dominando el desarrollo a través de los siglos.

Al igual que en otras culturas, la humanidad siempre ha querido ver la imagen de los dioses para facilitar la creencia de su existencia y aumentar la fe en ellos.

En esta ocasión voy a referirme a una diosa que mucho tiene que ver con la ginecología y la obstetricia, me refiero a Tlazolteotl.

En el calendario azteca de los 18 meses, el mes XI, Ochpanitztli está dedicado a Tlazolteotl, Teteo innan (madre de los dioses) (lo viejo, lo usado, la basura). Etimológicamente, su nombre está compuesto por Teotl (dios diosa) y Tlazol. Tlazol se compone de tla (cosa) y zolli (lo viejo)

Era la diosa de las medicinas y de las hierbas medicinales y la adoraban los médicos, los adivinos, los hechiceros los cirujanos, los sangradores, las parteras, las que daban yerbas para abortar, los adivinos, los que echaban suertes con los granos de maíz, los videntes, los que sacan gusanillos de los ojos y la boca, los que sacan piedras del cuerpo, los que ponían enemas, los que tenían baños de temascal.

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