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ISSNe - 2594-2034


Indizada en: PubMed, SciELO, Índice Médico Latinoamericano, LILACS, Medline
EDITADA POR LA Federación Mexicana de Colegios de Obstetricia, y Ginecología A.C.
FUNDADA POR LA ASOCIACIÓN MEXICANA DE GINECOLOGÍA Y OBSTETRICIA EN 1945

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Tuberculosis genital y embarazo extrauterino. Reporte de un caso

Periodicidad: mensual
Editor: José Niz Ramos
Coeditor: Juan Carlos Barros Delgadillo
Abreviatura: Ginecol Obstet Mex
ISSN: 0300-9041
ISSNe: 2594-2034
Indizada en: PubMed, SciELO, Índice Médico Latinoamericano, LILACS, Medline.

Tuberculosis genital y embarazo extrauterino. Reporte de un caso1

Genital tuberculosis and extrauterine pregnancy. Case report.

Ginecol Obstet Mex | 1 de Julio de 2014

Ginecol Obstet Mex 2014;82:499-508.


Raúl Fernández Doblado

1 Trabajo presentado el 23 de abril de 1959 en la Asociación Mexicana de Ginecología y Obstetricia. Servicio de Obstetricia Sur, Hospital Central Militar. Reproducido de Ginecol Obstet Mex 1959;14:263-277.

El embarazo extrauterino es una complicación frecuente en nuestro medio y ha sido motivo de varias comunicaciones. Los factores etiopatogénicos que se invocan habitualmente para explicarlo son bien conocidos de todos. Un factor importante pero excepcional es la tuberculosis salpingiana.

Desde hace muchos años se sabe que cuando los órganos genitales son asiento de tuberculosis las enfermas sufren habitualmente de esterilidad permanente;  esto es explicable en vista de que la  enfermedad  produce alteraciones anatómicas y probablemente funcionales en las trompas que impiden la concepción, tanto en las formas mínimas como avanzadas. Menos importancia parecen tener como causa de esterilidad las alteraciones del endometrio y menos aún las de los ovarios.   Efectivamente, se sabe que en la inmensa mayoría de los casos la enfermedad empieza en las trompas, siendo la propagación al endometrio una complicación frecuente pero no invariable, y en relación  con los ovarios se ha encontrado que cuando la tuberculosis genital es mínima y aún en casos avanzados con trastornos menstruales, el ovario funciona bien, y sólo se demuestran  alteraciones anatómicas importantes en uno de cada cuatro casos vistos consecutivamente y no seleccionados.

La tuberculosis salpingiana produce habitualmente obstrucción; en ocasiones las trompas no están obstruidas sino solamente estenosadas, en cuyo caso el embarazo es posible; ordinariamente esto sucede en la trompa y excepcionalmente en la cavidad uterina. Scharman (1952) estudió la permeabilidad de las trompas de un grupo de 149 mujeres con tuberculosis genital cuyo único trastorno consistía en ser estériles y encontró que dos de cada tres enfermas las tenían obstruidas, y Millar (1954) encontró que había obstrucción en 87% de sus enfermas con tuberculosis genital vistas consecutivamente y no seleccionadas, indicando además que en una proporción importante de los casos restantes con trompas permeables la prueba de Rubin y el registro gráfico de las variaciones de presión sugerían que había estenosis tubárica. La obliteración parcial de la trompa permite al espermatozoide alcanzar el óvulo, sin permitir al óvulo fertilizado atravesar toda la trompa; este fenómeno puede invocarse para explicar la implantación ectópica en algunos casos excepcionales de tuberculosis salpingiana. El mismo autor comunicó que después de tratar médicamente a 36 personas con tuberculosis genital cuyas trompas estaban obstruidas, encontró que dos años después, en cinco las trompas se habían vuelto permeables, ocurriendo tres embarazos extrauterinos, dos confirmados y uno probable (Millar, 1958).

Desde que se introdujeron los medicamentos antituberculosos y se iniciaron sus ensayos terapéuticos en personas con tuberculosis genital, se ha venido observando mayor número de embarazos, que en su mayoría son extrauterinos y en mínima proporción intrauterinos, los que a su vez terminan habitualmente en aborto, continuando hasta el término en rarísimas ocasiones. A este respecto es muy ilustrativa la experiencia de Halbretch (1957), quien ha tenido la oportunidad de observar 20 embarazos extrauterinos en un grupo de 100 mujeres y 6 extrauterinos, de los cuales tres terminaron en aborto y tres llegaron a término. Es interesante que dos de las tres que abortaron tuvieron después un embarazo extrauterino cada una. En vista de las observaciones publicadas y a las que nos hemos venido refiriendo, teóricamente es razonable suponer que cuando la enfermedad es mínima y se trata vigorosa y apropiadamente, las perturbaciones de las trompas no se agravan y quizás, a veces, pueden incluso mejorarse destapándose cuando están obstruidas, aunque su calibre quede reducido, pudiendo verificarse el embarazo dentro o fuera de la cavidad uterina. Desde luego que esta eventualidad es excepcional, pues cuando las trompas están obstruidas la experiencia de numerosas personas permite concluir que la alteración es irreversible y que los recursos médicos más modernos son ineficaces para corregirla, estando contraindicados los actos quirúrgicos. Wood (1958), con base en una experiencia de 500 casos de tuberculosis genital tratados con estreptomicina e isoniazida, solamente ha podido lograr siete embarazos, de los que sólo uno fue intrauterino y aún éste fue precedido de una gestación extrauterina.

En vista, pues, de que la  tuberculosis genital es causa habitual de esterilidad permanente y que son excepcionales los ejemplos de esta enfermedad asociados a gravidez, nos ha parecido interesante comunicar el presente caso.

RELATO DEL CASO

Se trata de una enfermita de 33 años de edad, que contrajo matrimonio doce años antes, a la edad de 21. En ese tiempo relató al médico que la vio por primera vez (después de doce meses de intentar embarazarse sin conseguirlo) que sus menstruaciones eran normales; sus ciclos se sucedían con intervalos de 28 días, con duración de 3 días y en cantidad usual. No había leucorrea, pero había historia de dismenorrea primaria, que apareció unos meses después de iniciada la menarquia a la edad de 11 años. Entre los estudios verificados con miras a investigar el origen y la naturaleza de su problema de esterilidad, recomendados por un ginecólogo distinguido y cuyos resultados conserva, aparece el resultado de dos biopsias de endometrio (probablemente premenstrual) que mostraron hiperplasia proliferativa no quística. Una histerosalpingografía mostró una cavidad uterina normal, y permeabilidad de ambas trompas hasta un sitio próximo al pabellón. La parte permeable no mostraba anormalidades y la prueba de control fue interpretada como indicativa de obstrucción tubárica bilateral. Recuerda claramente que se sometió a varias insuflaciones, que  en todos los casos indicaron obstrucción. Se le propuso cirugía y rehusó. Recibió ensayos terapéuticos con diversos medicamentos hormonales: estrógenos, progesterona, gonadotropinas coriónicas. No aceptó la estimulación radiológica de la hipófisis ni tampoco de los ovarios. Después de aproximadamente cuatro años de ensayos y pruebas decidió abandonar el tratamiento y adoptó una niña. No volvió a ver a ningún médico con motivo de su esterilidad. Cuando fue vista por nosotros el año pasado, su problema consistía en desórdenes menstruales; refería que sus menstruaciones aparecían regularmente, pero eran excesivas en cantidad y duración, con expulsión de coágulos y acentuación de su dismenorrea. Dichos trastornos tenían alrededor de 8 meses de duración. La condición general de la enferma era satisfactoria; no había trastornos del apetito y conservaba su peso ordinario. Hacía hincapié en que muchos meses antes de aparecer los trastornos menstruales sufría de intensos dolores de cabeza, que la obligaban a tomar varias aspirinas con el fin de buscar alivio. El examen físico no reveló alteraciones importantes en su aparato genital, y se convino en verificar un legrado hemostático y diagnóstico cuando apareciera su menstruación unos días después. Su biometría hemática no indicaba anemia. Durante el acto operatorio, bajo anestesia general, un nuevo examen confirmó la  ausencia de alteraciones orgánicas importantes en los genitales externos e internos, excepto por una discreta y dudosa induración parauterina bilateral. El tejido obtenido del legrado era muy abundante y aunque no  había alteraciones en el cuello, se tomó una biopsia a las 12 y otra a las 6. Su esposo, que es patólogo, aceptó la responsabilidad de estudiar los tejidos y encontró en el endometrio cambios compatibles con efecto progestacional, así como múltiples folículos de Köster, sugestivos de tuberculosis. Con este motivo hizo una preparación para identificar bacilos ácido-alcohol resistentes con resultados positivos. No se hicieron inoculaciones ni cultivos. Las biopsias del cuello revelaron cervicitis crónica inespecífica; se formuló el diagnóstico de tuberculosis genital. Una semana después se inició un tratamiento médico a base de estreptomicina e isoniazida, a razón de 1 gramo y 200 mg diarios, respectivamente, repartidos en dos dosis y por un total de 86 días. La enferma completó el tratamiento sin trastorno alguno que obligara a su interrupción. A los 46 días de iniciado el tratamiento se tomó una biopsia de endometrio premenstrual, cuyo estudio mostró nuevamente folículos de Köster en un parénquima de aspecto secretor. Unos días después de concluir el tratamiento, una nueva biopsia reveló hallazgos semejantes. Se propuso entonces una laparotomía con miras a verificar un tratamiento quirúrgico radical (histerectomía total y salpingoovariectomía bilateral). Por motivos familiares la enferma fue aplazando el tratamiento propuesto y durante cinco meses pudo apreciarse que sus menstruaciones continuaban abundantes; no hubo mejoría de su dismenorrea, ni tampoco se mejoraron sus cefaleas. Durante este tiempo se tomó una radiografía de tórax con hallazgos normales, y como tratamiento recibió un preparado de sales ferrosas por vía oral. El día 9 de noviembre de 1958 la enferma fue vista nuevamente a solicitud de su esposo. Tenía una historia de cerca de 12 semanas de amenorrea, con ingurgitación dolorosa de los senos y polaquiuria. Refería que dos meses antes tuvo dolor agudo en la fosa iliaca derecha, acompañado de deseos imperiosos para defecar; desde entonces dichos episodios se repitieron frecuentemente y eran motivados y atribuidos a un exceso de quehacer doméstico. Quince días antes del 9 de noviembre presentó dolor intenso en la fosa iliaca derecha, náuseas y vómito; tuvo, además, tenesmo rectal y discreta salida de sangre por la vagina. Había constipación severa desde dos meses antes y era muy doloroso el acto de defecar.  La enferma negaba tener fiebre. La exploración reveló: pulso, 114;  presión arterial 110/70 y temperatura,  36.3ºC.   En el abdomen se apreció  aumento de volumen en el  hipogastrio  y fosa iliaca derecha.  Había hiperestesia cutánea, rigidez muscular y rebote doloroso en estas regiones. El examen abdomino pélvico fue muy insatisfactorio, por la intensidad del dolor que impedía que la enferma cooperara; sin embargo, pudo demostrarse que la movilización del cuello acentuaba notoriamente el cuadro doloroso. Se presumió que había ocurrido un embarazo extrauterino y se recomendó hospitalización inmediata. Después de tomar precauciones habituales (biometría hemática, grupo sanguíneo, factor rH, etc.) la enfermita fue examinada bajo anestesia en la sala de operaciones, con los siguientes hallazgos: vulva normal, vagina con escasa sangre oscura, cuello uterino de forma, tamaño y consistencia usual, pero rechazado hacia la pared vaginal anterior. En el fondo de saco posterior lateral se apreció una tumoración dura, de contornos mal  definidos, aplicada fuertemente contra el recto y no desplazable. No pudo reconocerse el contorno uterino. Se verificó la histerometría, que indicó que el útero estaba anterior y desplazado hacia la izquierda,  de 7 cm de longitud. A continuación se puncionó el fondo de saco de Douglas, recogiéndose sangre oscura.  Por todos los datos anteriores se decidió exponer la cavidad abdominal de la enferma mediante una incisión  transversal, pues era evidente que se trataba de un embarazo extrauterino. Se encontró hemoperitoneo moderado, adherencias entre el epiplón mayor, el intestino, útero y el anexo derecho. La trompa derecha apareció dilatada y el ovario del mismo lado destruido parcialmente. La trompa izquierda engrosada, adherida, y el ovario aparentemente normal. El acto operatorio consistió en histerectomía total y salpingoovariectomía bilateral. Durante la intervención se administraron 800 cc de sangre citratada. El curso postoperatorio inconsecuente y durante los 6 días que permaneció hospitalizada se le administró 1 gramo de dihidroestreptomicina diario y se aplicó una transfusión de 300 cc de sangre. Al examinar la pieza en  el Departamento Anatomía Patológica se abrió la  trompa y se descubrió un feto de 8 cm de longitud.  El estudio minucioso de las trompas no reveló folículos Köster; en cambio éstos eran abundantes en el endometrio. El ovario izquierdo fue considerado como sano macroscópica y microscópicamente. El patólogo indicó que las trompas mostraban cambios de tipo “inflamación crónica inespecífica”.  Una parte  del  endometrio se inoculó a dos cobayos, y cuando se sacrificaron los animales dos semanas después se encontró que había tuberculosis. No se intentó reconocer la variedad de Mycobacterium, ni tampoco se estudió la susceptibilidad del microbio a la estreptomicina y a la isoniazida.

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